Pensando juntos en La Cabrera

Un lunes más, iniciamos la semana con un poco de filosofía e inteligencia. Después de lo absurdo de la semana pasada volvamos a la realidad sobre lo que interesa, sobre nosotros, nuestro pueblo, sobre La Cabrera. Imaginarios posibles nos ofrece una interesante mirada sobre el diálogo, sobre la lo importante de escuchar, de construir con la palabra.

Porque en La Cabrera siempre hemos pensado, lo que pasa que ahora lo compartimos

pensar en La Cabrera

Pensamos juntos cuando nos encontramos con el otro en un espacio nuevo solo posible en la confluencia de los que dialogan. No se trata de una alternancia de discursos, sino de algo nuevo que es mucho más que la simple suma de las partes. 

Cuando nos disponemos a dialogar es necesaria la franqueza, para que lo que yo diga lo diga verdaderamente, sin autoengaños ni manipulaciones,  porque entonces ya no hablaríamos de diálogo, sino que estaríamos utilizando el lenguaje como un arma para convencer y persuadir al otro. Y no se trata de que el otro acabe pensando lo mismo que nosotros, de lo que se trata es de llegar a construir un espacio común que solo es posible en la interrelación de nuestros pensamientos. 

Tampoco tenemos que aparentar se perfectos e inteligentes, ya que en este camino del pensamiento se empieza a pensar como un bebé, muchas veces lo primero que nos sale son balbuceos y sonidos confusos. Por ello muchas veces, por vergüenza a parecer ridículos, acabamos cogiendo pensamientos ya dichos por otros y los repetimos porque así nos vemos más perfectos. Pero lo único que hacemos es repetir un pensamiento elaborado, pero por otro. Y si nos preguntan ya no sabemos lo que decir, porque no lo hemos pensado nosotros, y acabamos enrocándonos en esta postura y empezamos a defenderla a muerte. En ese punto nunca hay diálogo y sí confrontación permanente. Atrevámonos a pensar por nosotros mismos, dejemos de lado las autoridades, y demos vuelta a nuestro lenguaje y comencemos por nombrar las cosas, definirlas y aplicar estas definiciones a un mundo que crearemos entre todos.

Una vez que hablamos francamente, el siguiente punto es la claridad. Tendremos que empezar a articular los balbuceos que surgen de nosotros buscando el entendimiento y la ayuda de los otros para entendernos. Lo que decimos tiene que ser lo más claro posible, y empezaremos por pensamientos sencillos y claros, sencillos para que el otro no tenga duda de lo que queremos decir. No necesitamos rapidez en las palabras, sino hablar desde el sosiego de quien ve con claridad. Cuando alguien no habla claro y el otro no le comprende, muchas veces se enfurece y se cierra diciendo, “tú no me entiendes pero yo sí sé lo que quiero decir”. En la nebulosa de nuestro pensamiento puede que así sea, pero en el diálogo es imprescindible la comprensión por ambas partes. Hablamos para que se nos entienda, y no para crear barreras que eviten el diálogo. La claridad requiere también un trabajo individual con el propio pensamiento, ponerse a pensar por uno mismo, no aceptando sin más lo que nos viene dado, sino disponerse a pensar las cosas, y a avanzar poco a poco. No podemos querer dar un gran salto, tendremos que dar el primer paso, después el segundo, y disfrutar de estos pasitos y no querer estar ya en el final cuando ni siquiera hemos empezado. 

Y además de la franqueza y la claridad, tenemos que tener en cuenta la escucha, y ayudar también al otro en este proceso de clarificación del pensamiento. Lo primero que tenemos que hacer es escuchar al otro, entendernos y comenzar a construir los espacios comunes fruto de este entendimiento. Cada persona aporta su propia perspectiva, nadie ve lo que el otro ve, por eso cuando tanta gente piensa lo mismo, sin haberse puesto a pensar y a dialogar, eso que se escucha no es fruto de ningún pensamiento común sino de imposiciones del lenguaje que cada uno ha puesto a su persona. Ahí no hay diálogo sino máscaras que evitan el diálogo.

La escucha implica apertura al otro, y esto parte de la actitud de reconocer que no se sabe todo, y que el otro es un mundo nuevo por ofrecer. Sin apertura el diálogo será como mucho diálogo de besugos o de sordos, pero no el diálogo creativo que hace mundo. Si una persona considera que ya está de vuelta de todo, nunca llegará a encontrarse más que con sí mismo, y el mundo solo le producirá tedio. Las relaciones son aburridas porque no aportan nada al que todo sabe. Cuando uno se dirige al encuentro, no se va para terminar, sino para empezar. El encuentro abre horizontes, no los cierra. El diálogo elimina los límites.

Una vez dejadas de lado nuestras máscaras y disfraces, ya podremos ponernos en marcha hacia el encuentro con el otro. Este encuentro lo comenzaremos balbuceando. Encontrarse realmente con el otro es una experiencia siempre nueva. No es fácil presentarse tal cual si nunca hemos frecuentado el pensamiento. Pensaremos lo que tenemos delante, desde una actitud abierta, silenciando nuestro lenguaje repetitivo que llena constantemente nuestra mente de frases hechas que evitan el sosiego y el silencio necesario para empezar a pensar, para desde el vacío de palabras comenzar de nuevo a hablar. 

No tengamos miedo en que al pensar solo se nos ocurran cosas ingenuas. Es mucho mejor oír algo ingenuo pero que se diga de verdad, que escuchar algo muy elaborado, que no lo hayamos pensado. Y de lo que salga de este diálogo se plasmará en La Cabrera que seamos capaces de construir. Empezaremos por silenciar lo que tenemos en la cabeza, pondremos en suspensión todo lo que sabemos y pondremos todo en duda. Dejemos de lado las posturas que hemos adquirido hasta ahora y renazcamos como individuos y como pueblo. Todo lo que nos han dicho de cómo somos nosotros y cómo es el mundo lo tenemos que comenzar a pensar desde cada uno y entre todos. Igual nos sorprendemos y el mundo no es tan tedioso como nos han contado. Así que salgamos a la calle como si fuese la primera vez que salimos, sin etiquetas, y sin etiquetar a los otros, abramos bien los ojos para ver todo lo que tiene el mundo por sorprendernos. Abandonemos las etiquetas y preparémonos para el creativo encuentro con los otros. 


3 respuestas a “Pensando juntos en La Cabrera

  1. Como siempre imaginariosposibles nos pone a trabajar.
    Con sus sugerencias como linea de trabajo, nos hace reflexionar, enfrentarnos a nosotros mismos y ser sinceros.
    Con nosotros y con los demás.
    Tenemos que ser sinceros, quitarnos mascaras, disfraces, asumirnos como somos y mostrarnos naturales.
    Hasta ahora, eso lo podíamos poner en practica o intentarlo al menos, sin salir de nosotros mismos.
    Pero el ejercicio de hoy, nos propone una practica con «el otro».
    Y ahí estriba la dificultad. encontrar un «otro» con quien hacer los «ejercicios».
    En esta sociedad que vivimos, cada vez mas individualista, mas encerrada y tan poco participativa, encontrar a alguien, que a su vez, se quite mascaras y disfraces, sea natural y no tenga miedo a parecer ingenuo o poco brillante, es realmente complicado.
    Hoy, vamos a ponerle deberes a imaginariosposibles, que nos abra una linea de reflexión, sobre como acercarnos a los «otros», como reconocer a alguien que tiene voluntad, al menos, de desde lo pequeño, intentar cambiar las cosas. Como reconocemos esa voluntad.
    Gracias

    Me gusta

  2. Podemos empezar con practicar nuestra mirada al otro, una mirada abierta que se acerque al otro sin etiquetarlo previamente. No se trataría tanto en un primer paso de buscar a alguien idóneo para construir algo nuevo, un buen compañero de viaje. Sino observar lo que tenemos delante, a los otros, con los ojos bien abiertos y la mirada limpia. Si a la hora de salir a la calle ya ponemos requisitos de lo que quiero encontrar, voy limitado a un producto. Pero de lo que se trata es de vivir plenamente y para ello no podemos buscar nada. Esta es la única manera de encontrar. Luego habrá encuentros o no. Porque si no salimos con los ojos bien abiertos estaremos pendientes de cuales son los elementos que cortarían ese intento de diálogo, es como si tuviéramos una lista y una vez que el otro no la cumple, ya me paro porque sé que no voy a llegar a ningún lado. Sería lanzarse al mundo sin esperar nada a cambio, una actitud de que lo que ahí hay es completamente desconocido, aunque ya haya pasado por ahí mil veces.

    Me gusta

Deja un comentario